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Personas

Relatos Eneatipicos

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Adentrarse en el mundo del autoconocimiento no es fácil. Estar con una misma es algo que no mucha gente puede soportar, es escucharse y plantearse un montón de porqués, unos porqués para los que no siempre tenemos respuesta

Soy Patricia, me apasiona escribir y estudié periodismo. El confinamiento ha sido para mí un antes y un después en mi vida, la posibilidad de estar más desocupada me ha hecho tener tiempo para mí y ha hecho crecer mi curiosidad por conocerme. Me puse a leer sobre el eneagrama por recomendación de una amiga y, hoy por hoy puedo decir que soy un Eneatipo 9.

 

Me gusta sentir la paz, considero que me permite ser feliz, evito el conflicto en mi vida porque perturba mi calma y a menudo tiendo a ser flexible con los deseos de los demás. Conocer mi eneatipo e indagar sobre él me ha hecho disfrutarme, aunque también odiarme y por supuesto me he tentado a negar que esa no soy yo. Pero al final te das cuenta de que sí, de que esa podrías ser tú, y de que ese pequeño descubrimiento resuelve muchos porqués.

 

A continuación, podréis leer el primero de una serie de relatos breves sobre diferentes formas de pensar y/o actuar ante la vida, basados en los diferentes eneatipos. Los personajes conviven en un mundo que es común, pero cada uno de ellos vive su realidad, tal y como somos y vivimos las personas. Si te interesa saber más sobre los eneatipos, puedes conocerlos de la mano del psicólogo Alberto Peña en el siguiente enlace:

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Carlos

Creo que podría estar sentado en la silla más incómoda que me he encontrado en la vida, por no hablar de la suciedad de este bar de mala muerte al que me ha hecho venir Cristina. Tengo preparada ya la libreta sobre la mesa, la Tablet a su derecha y una pluma grabada con mis iniciales sobre la hoja en blanco. Debo reconocer que a veces el orden me obsesiona, pero es una obviedad que si todo está en su sitio la probabilidad de éxito se incrementa. Mientras espero a la entrevistada, decido pedirme algo para desayunar.

             -    Perdone, ¿podría traerme un cortado con leche de soja fría y una                          tostada?

 

La camarera, que caminaba rápida y centrada en atender las mesas de la terraza, se para a mi lado y me contempla sin mediar palabra.

               -    ¿Me ha escuchado? Por favor, un cortado con leche de soja fría y                             una                    tostada.

               -    Sí, disculpe. Enseguida.

 

Intento ignorar el desencuentro con la camarera, estoy seguro de que fallará con el café, no está concentrada en su trabajo y si me trae mal el café, provocará que yo tampoco lo esté. Pero intento centrarme, quedan tres minutos para que aparezca Laura por la puerta de este bar de extrarradio y aún no he encendido la Tablet. No puede ser.

                -    Perdone. – Siento el hilo de voz de la camarera encima de mi                                 cabeza. – Nos hemos quedado sin leche de soja… ¿Le importa si le                          pongo de avena?

                -    Pues sí, me importa. Mire, mejor tráigame un café solo. Con                                    hielo. –                    E intento que mi cara de fastidio y mi eterno                            suspiro le hagan                                 saber                      a la camarera                        que algo no está haciendo bien.

                -    Por supuesto, disculpe de nuevo. – Ella se sonroja y se va a paso                              ligero.

 

Sigo sin saber porqué accedí a cambiar de bar para hacer la entrevista, Cristina no aprecia lo que es un buen café con una tostada, no me dejaré enredar para la próxima.


Según el reloj de mi Tablet son las 12:03, aunque según el reloj de pared que cuelga en este local de aspecto vintage, son ya las 12:05. Podría ignorar la impuntualidad cuando se trata de una cita con un amigo o es algo informal, pero me niego a aceptarla en el ámbito laboral. Mucho menos cuando se trata de una entrevista de trabajo. 
 

Apunto los primeros defectos de Laura en mi Tablet sin conocerla todavía.

             

                 - Impuntual.

                 - Irresponsable.

                 - Poca seriedad.

Se acerca la camarera con mi café solo con hielo y la tostada. Lo deja todo en la mesa sin atreverse a decir nada más que volver a disculparse por lo sucedido. Le regalo una mirada de fastidio, de resignación. Es probable que así, la camarera y el local aprendan a tener reservas de leche de todos los tipos para la próxima vez.

Vuelvo a mirar el reloj de mi Tablet y ahora sí, las 12:05. Empiezo a angustiarme por la espera, llevo más de veinte minutos en este bar y aquí no ha llegado nadie. Me gusta llegar pronto a las citas laborales para dar una imagen profesional y de seriedad, pero pocas veces me sorprenden los entrevistados llegando antes que yo. Deberían saber que ya solo con eso, y si dependiera exclusivamente de mí, estarían contratados.


Las 12:11 y recibo un mensaje de Cristina:

                  -    Carlos, la chica de la entrevista me ha mandado un mensaje. Dice                                        qué si podemos aplazarlo para mañana, que le ha surgido un                                               imprevisto.

 

Actualizo mis notas sobre Laura en la Tablet:

                  -  ̶I̶m̶p̶u̶n̶t̶u̶a̶l̶.

                -  ̶I̶r̶r̶e̶s̶p̶o̶n̶s̶a̶b̶l̶e̶.

                -  ̶P̶o̶c̶a̶ ̶s̶e̶r̶i̶e̶d̶a̶d̶.

                  -  Descartada.

 

Sin contestar a Cristina, recojo mis cosas con cierta rabia, muy molesto por esta mañana que me han hecho perder. Ni siquiera he disfrutado de un buen desayuno. Al terminar, le dejo un mensaje a la camarera en una de mis tarjetas antes de irme:

                  -    Tener leche de soja en pleno siglo XXI es un reclamo para                                        muchos                         clientes. Díselo al dueño/a del local. – Dejo                          propina por educación,                       cojo mis cosas y me marcho.

Al salir del bar me cruzo con la camarera, me mira de nuevo con cara de arrepentida, está ligeramente sonrojada también.

                   -    Si quisiera tomarse otro café - sonríe ligeramente - que sepa que                            he ido a comprar leche de soja. – me dice con mirada vacilona.

                   -    No, pero gracias. – le dedico yo ahora una pequeña sonrisa,                                     condescendiente.

 

Al llegar a la esquina me planteo cuán valorable ha sido la iniciativa de la camarera, puesto que está sola en el local y aún así ha conseguido leche de soja. Así que decido volver sobre mis pasos y adentrarme de nuevo en aquel bar de cuestionable decoración para acercarme a ella. Justo la encuentro recogiendo mi mesa y leyendo la nota.

                   -     Perdone, detrás de la nota que le he dejado podrá encontrar mi                             teléfono. Si busca trabajo, llámeme. – Me marcho de nuevo y a                            paso ligero, para ir a pedirle explicaciones a Cristina, porque esto                           no puede seguir así.

La chica se queda mirando la tarjeta y mirándome a mí. No dice nada, aunque juraría haber escuchado un silencioso ‘gracias’ tras de mí. Sé que llamará.

                    -    Voy para allá Cristina, convoca una reunión con el equipo. – Le                                        escribo al salir.

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