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Personas

Patricia Pascual

Relatos Eneatipicos

LAURA

Una copa de vino blanco reposa sobre la mesa de madera del salón, siento que me está mirando, que me presiona para que lo haga. Doy un sorbo para intentar distraerla, para tranquilizarme y para aparentar normalidad ante una casa vacía que me observa en la penumbra. Me impone la mirada acusatoria de mi smartphone, posado sobre la mesa junto a la copa, siento que me están presionando a que haga la maldita llamada. Intento pensar en las pruebas que tengo para hacer la denuncia… Mierda, ninguna.

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​Pero, quizás mi llamada es solo un hilo del que tirar para la policía, en realidad para eso están, ¿no? Quizá no… Quizás para eso estoy yo… Me levanto del sofá y empiezo a pasear por el salón con la copa de vino en la mano. De la cocina al ventanal, de la chimenea de gas al sofá y vuelta a empezar. Cada vez que me acerco a la ventana le doy un sorbo a la copa y aprovecho esa pausa para retirar la cortina y observar la ciudad. La iluminación navideña me inspira, me empuja, me incita a buscar justicia, pero sin pruebas no va a servir de nada… Necesito una certeza, necesito algo que, a pesar de destapar el caso, les pille sin recursos para escapar o para esconderse.

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Tendría que haber ido a la entrevista… ¿Qué me costaba? Solo hacer un poco el papelón, conocer a Carlos y quizá en algún momento de valentía preguntar por qué. Pero claro, sabía dentro de mí que ir a esa entrevista era mostrarme ante ellos, mi nerviosismo y mi titubeo me hubieran delatado, y eso por no hablar de las ganas de llorar que hubiesen presionado a mis ojos en cada momento. Son obviedades con las que tengo que convivir, mi copa de vino se balancea ligeramente de lado a lado por culpa de los nervios. Unos nervios que estoy sufriendo aquí sola, unos nervios que además no logro comprender porque ahora mismo no hay problemas, solo decisiones que tomar.

Me tiro en el sofá desganada, sin fuerzas para seguir dando vueltas. En una mano sigo teniendo a mi fiel compañera, la copa de vino. En la otra, mi otro fiel compañero me pide que marque el 112, que acabe con esta tortura. En un acto de valentía desbloqueo el teléfono y me dirijo a la agenda, pero marco el teléfono de Julia con mucha esperanza.

   -  Julia, cariño, ¿podemos hablar?

   -  Hola cielo, me pillas de compras con Claudia. ¿Te apuntas? No te hemos dicho nada porque pensábamos que estabas trabajando.

   - No os preocupéis, la verdad es que sí que estoy trabajando, el caso es que… - Julia me interrumpe como de costumbre.

   - Tía, hemos visto a Gustavo en el Starbucks, ¡no sabes lo guapo que estaba! Claudia le ha sonreído y creo que él ha sonreído también, pero ya sabes, con esto de las mascarillas... – le devuelvo una sonrisa telefónica para finalizar el tema.

    - Julia, necesito vuestra ayuda. Tengo una investigación complicada en el periódico y necesito que me ayudéis.

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Le hago a Julia un resumen de la investigación, oigo que ella se lo va contando a Claudia, al final decide poner el ‘manos libres’ y, aunque a mí me retumba el sonido de los coches y de la gente que debe estar en el centro de la ciudad, la opinión de Claudia me parece muy importante, seguramente vale la pena.

​

    - ¡Yo si quieres llamo y voy a la entrevista por ti Laura! – Me dice Julia con un entusiasmo desmesurado. – No me parece un riesgo, solo debo evitar los nervios, fácil. Puedo preguntarle lo que quieras a ese tal Carlos. ¡Le pillaremos amiga!

    - Todavía no llames a la policía Laura, deja que Julia vaya a la entrevista y saque más información. – Me dice Claudia con seguridad, y enseguida me reconforta. Es una sabia decisión.

    - Vale chicas, ¡decidido! ¡Muchas gracias! Os quiero.

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Termino mi copa de vino y siento la seguridad de la voz de Claudia corriendo por mis venas. Ya no me tiemblan las manos, no hay miedo. Estoy segura de que Julia será capaz de sacarle información a ese hombre, ella es entrometida como ninguna y además tiene mucho don de gentes, podría venderle un peine a un calvo.

​

Decido llamar a mi jefa para informarle sobre la investigación. Son las diez de la noche y posiblemente ya haya plegado, decido colgar y le mando un audio. Le explico cómo va todo, le cuento que voy a asistir a una entrevista falsa con el director de Endeka, pero no le cuento que ya hubo una primera y que decidí no ir, que me pudieron los nervios. Tampoco le voy a contar lo de Julia, debería ser yo quien vaya a esa entrevista, soy yo la periodista. Mando el audio a medio gas, con miedo a ser descubierta. Sin decir toda la verdad, o más bien sin decir todas las mentiras.

​

Se amontonan muchos pensamientos en mi cabeza por un instante, relleno de nuevo otra copa de vino. Esta vez no puedo fallar, tengo la confianza de la jefa en mí por otorgarme esta investigación. Aún recuerdo el día que me envalentoné y me presenté en la puerta de su despacho:

​

   - Estoy bastante cansada de cubrir la información local y cultural. Necesito algo que me motive María, algo que pueda gestionar y sentirme orgullosa después. Algo que marque un punto de inflexión en mi carrera, algo turbio…

​

Al final de tanto insistir en aquello, María me dejó este caso entre las manos. Había recibido una llamada en el periódico unas semanas antes, alguien decía que se iba a crear una empresa llamada Endeka, que iba a ser un proyecto tenebroso y que posiblemente fuera a experimentar con seres humanos. Llamé de nuevo a esta persona, quería saber más, pero nunca nos cogió el teléfono. Toda la información que obtuve después, fue a raíz de investigar el número de teléfono. Yo sabía que podía ser todo mentira, una falsa acusación. Podía estar perdiendo el tiempo de una manera ridícula, tirando de un hilo que no tiene prenda, podría estar metiendo a Julia en algo peligroso e incluso Julia podría liármela también, no era fácil. Pero en el riesgo estaba el triunfo, o eso decía mi padre.

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