top of page

VIVIR O SOBREVIVIR

La danza de la vida.
Carolina Zuluaga

Recuerdo a Otto en la pista de baile, tan libre, tan extático, totalmente entregado al presente. Otto ya no volverá a bailar en este plano físico. Hace unas semanas perdió la vida repentinamente en un accidente. Era una persona muy querida en la comunidad de Ecstatic dance en Ámsterdam. En el día de su ceremonia decenas de personas nos reunimos para compartir nuestros recuerdos con él, así como cantar, bailar, reír y llorar.

​

La primera en hablar fue su pareja, quien está a punto de dar a luz el fruto de ese amor. Verla rota de dolor me rompió el corazón y pude ver que no fui la única que se sintió de esa manera en la sala. Siento y espero que una parte de él esté dentro de nosotros por siempre.

pexels-cottonbro-10273337_edited.jpg

Este suceso me recordó la pérdida de un ser querido cuando yo era una niña, alguien con quien me sentí muy unida y quien por un tiempo de mi vida se portó como un padre. Cuando murió yo tenía seis o siete años. Se fue de un día para otro, dejándonos un gran vacío.

Todo esto me hace reflexionar en cómo vivimos: a veces vivimos como si la muerte no existiera; como si no fuéramos frágiles y nada pudiera vencernos. Pero lo somos y la muerte puede llegar en cualquier momento. Me pregunto si estamos aprovechando toda la grandeza de esta existencia, si estamos bailando plenamente en la pista de la vida…

Dejar de sobrevivir y comenzar a súper vivir.
Lily Alvárez

Pienso en aquellos desafortunados que pierden la vida en vida, a quienes las circunstancias los han llevado a abandonar sus ilusiones o quienes no encuentran un motivo para seguir viviendo, pienso en los infelices que se dejan perder tras la pérdida.

​

La muerte física es lamentable, pero la muerte en vida es el infierno mismo, la oscuridad se hace presente robándose el color a su paso, cegando nuestros ojos, nublando el pensamiento y cerrando los oídos a la fe.

​

Las personas del entorno se vuelven testigos mudos de nuestra agonía, no quieren o no les permitimos intervenir, ya que es mejor y más cómodo estar muerto en vida que vivir a plenitud. Sin importarnos que el panorama sea desalentador: nos volvemos víctimas de la compasión, justificamos nuestra ignorancia al jugar el juego de la vida; deambulamos por el mundo con la culpa en las espaldas, trabajamos descontroladamente para alcanzar ese “algo” que nos llevará hacia una vida feliz, sin darnos cuenta que los excesos, nos han hecho desvivir y convertir a la vida misma en una utopía. Nos sumergimos en vicios para evadir la realidad, o tal vez pensemos que nuestra vida se la llevó aquel ser que nos abandonó y lo perseguimos creyendo que, al retenerlo, nos va a regresar nuestra propia vida transformada en amor.

velizar-ivanov-URiQdp8g0TI-unsplash.jpg

Es muy probable que comencemos a morir, al darnos cuenta que la vida perfecta que los medios de comunicación nos muestran como ejemplo a seguir “no logramos obtenerla” y es cuando surgen las comparaciones: el carro, la casa, los hijos, la pareja y hasta la mascota, no se parecen al ideal establecido; apareciendo la decepción que nos lleva a cavar nuestra propia tumba. El sentimiento de fracaso es un arma mortal que está presente a lo largo de nuestra vida, esperando pacientemente a que la mente le permita entrar, para entonces, acabar con nosotros sin piedad.

​

Lo irónico es que lloramos por el cuerpo inerte, cuando nuestro cuerpo camina como muerto viviente. Nos lamentamos por quien ya descansa en paz; cuando nosotros, ni descansar podemos. Nos entristecemos porque su corazón se detuvo; cuando nosotros vivimos con el corazón hecho pedazos. Extrañamos al muerto, ignoramos al vivo; sufrimos porque el tiempo del anciano agoniza y no nos sentimos felices por sus años bien vividos. Preferimos no ver al muerto, para recordarlo vivo; engañamos a la mente con un sutil toque de egoísmo.

​

Por qué esperar la muerte para estar en presencia de Dios, si en vida, podemos tenerlo presente permanentemente; para qué engañarse pensando que después de la muerte hay un cielo y un infierno, si en vida, renunciamos al paraíso permitiendo la entrada de los demonios a nuestra mente.

Muchos deseamos consuelo y pronta resignación al doliente, argumentamos que las personas mueren cuando son olvidadas y que ya no habitan en la tierra porque ahora, están en nuestro corazón; lamentamos la pérdida, nos acompañamos en el dolor. Reflexionamos sobre el tiempo perdido y aparece nuestra determinación al cambio y la decisión por dejar de sobre vivir y comenzar a súper vivir. Pero cuando el ritual termina: recogemos nuestras viejas y nuevas heridas para, según nosotros, continuar “viviendo”.

pexels-olga-1146242.jpg

© 2021 Proudly created with Wix.com

bottom of page